Muchas veces, cuando hago cualquier locura o tontería y mis amigos se me quedan mirando con cara de alucinados les digo: es cosa de familia.
Y es verdad. Podría hacer una entrada interminable con las perlas que suelta mi madre (algo que aumenta, no sabemos por qué, cuando comenta un partido de fútbol). Para muestra os cuento la última de mi tía M
Mi tía M no parece mi tía. Aunque ya tiene sus cuarenta siempre ha sido la tita moderna de aspecto juvenil. Por eso le da coraje que le diga tita, pero es lo que hay. A lo que iba, mi tita M también ha heredado el, llamémosle, gen de la locura. El otro día fue ella como buena tita a hacer la compra en el Carrefour. Ya de vuelta, se encuentra con una herboristería equipada, como no, con una báscula de estas súper modernas que no sólo te dicen el peso, sino el índice de masa corporal, porcentaje de grasa... ya sabéis, todas esas cosas.
Se pone ella muy puesta en la báscula que le da un peso que la deja algo tocada (aunque está estupenda a sus cuarenta y pico, todo hay que decirlo) pero claro, la báscula no se queda ahí. Le pide que se agarre a unos tubitos metálicos que indicaran el IMC y demás. Ella lo hace muy obediente y, la báscula que era muy exigente, le pide que indique si es hombre o mujer.
Y aquí se activó el gen de la locura. En lugar de pulsar la teclita correspondiente (de color azul para ellos y rosa para ellas), mi tía, si ningún complejo, comenzó a gritar a pleno pulmón en medio de un Carrefour lleno de gente:
¡¡¡Mujeeeeeeeeeeerrr!!!
Con cosas como esas podréis comprender mi locura ;)
Besos
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